Casos Reales
Testimonio de una discapacitada sobrevenida
En noviembre de 2003, sufrí un accidente de tráfico mientras estaba trabajando. Como consecuencia del mismo, me fracturé el fémur por dos sitios, me rompí una vértebra, y tuve traumatismos varios. De todo ello se derivó una larga estancia en el hospital, y el tener que someterme a seis operaciones en el plazo de seis años (una cada año, seguida de tratamiento de rehabilitación).
En el año 2006 me concedieron una incapacidad permanente total. Es ante una situación como esta cuando se necesita, junto al mejor tratamiento médico posible, una orientación personal inmediata, clara y objetiva para adaptarse al cambio radical que supone el ser a partir de un accidente, una persona con discapacidad. Yo como tanta gente sabía que existían los “discapacitados” o “minusválidos” pero asociaba esas palabras con personas que desde el nacimiento padecían algún defecto físico o psíquico sin importarme mucho más sus necesidades.
Al entrar a formar parte de ese colectivo de repente, nadie me orientó sobre cosas tan esenciales como los plazos para solicitar ayudas o pensiones, si podía trabajar o no siendo pensionista de incapacidad permanente con 25 años de edad, las modalidades de contratos en las que podía encajar, los beneficios para las empresas que contaran conmigo, las ayudas fiscales y sociales que se derivan de tener reconocido el grado de minusvalía...
Al contrario, me dijeron que no merecía la pena solicitar nada, porque al tener una operación cada año podía haber agravamiento
o mejoría de mis secuelas físicas y no me
iban a conceder nada. También me dijeron que con una incapacidad permanente no se podía trabajar, y por desconocimiento
me resigné a vivir de la pequeña pensión que me había quedado.
Después de la última operación, en marzo de 2010, tuve un encuentro casual con Alejandro Rancho, gerente de la empresa Abomedia HISPANIA, y al comentarle mi situación me citó en las instalaciones de la empresa. Al llegar me dijo que todas las personas que veía trabajando eran, como yo, “discapacitados” y la gran mayoría de ellos como consecuencia de accidentes de tráfico. Me explicaron las posibilidades reales de volver a incorporarme al mercado laboral, los diferentes beneficios a los que podía acceder, lo que eran los Centros especiales de Empleo como el suyo (empresas en las que al menos el 70% de los trabajadores son discapacitados) y finalmente, a través de la inserción laboral, me encontraron un trabajo.
Durante siete años he estado resignado a no volver a trabajar. Ahora sé que teniendo la información adecuada en el momento que se necesita, una discapacidad sobrevenida es compatible con el trabajo y simplemente requiere que te ayuden para hacer las cosas bien.”